lunes, 5 de abril de 2010
DEMONIOS
No monto un caballo pálido, ni respondo al nombre de muerte. Pero sí, llevo el infierno conmigo. Mi propio infierno, con mis propios demonios. Y tienen nombre, todos. Cobardía, Fracaso, Tristeza, Dolor, Angustia, Mentira y el más fuerte de todos, Soledad.
Estoy en mi habitación, echado en mi cama, llegan los demonios. Me golpean, me rodean, se funden conmigo mientras sigo mirando la pared de la habitación.
Me arrastro fuera, llego al baño, veo mi imagen reflejada en el espejo, pero no soy yo, son ellos.
Tengo que huir, pienso en mi refugio mientras avanzo con pasos rápidos por la amplia avenida que llega a él. Mientras siento el gélido viento en mi rostro me invade una inexplicable alegría, los demonios no conocen el sitio.
Llego al lugar, me siento, cierro los ojos…no oigo nada. Un segundo más tarde escucho su voz, la recocería en cualquier sitio. Me ha hablado durante años, incluso rodeado de gente. Es Soledad.
-¿Creías que no te encontraría? Yo nací en tu corazón y en él vivo.
Le miro a sus ojos etéreos, incorpóreos, que sin embargo tantas veces he visto.
-Entonces debería arrancarme el corazón.
-Eso ya lo intentaste y no pudiste, yo te vencí.- Esta vez es Cobardía la que habla. Apoyo los codos en las rodillas, cierro los ojos y me tapo la cara con mis manos. Incluso aquí han llegado.
Cuando abro de nuevo los ojos estoy en mi habitación, la esperanza se apodera de mí. Lo he debido de soñar y aún estoy a tiempo de huir. Solo tengo que levantarme he irme. El desánimo me invade de una forma brutal, tengo la ropa puesta, no, no lo he soñado, ya he vuelto a mi habitación que no es sino mi propia celda. Empiezo a recordar el camino de vuelta de la mano de Tristeza, Dolor y Angustia guiándome con paso firme.
Vuelvo a cerrar los ojos y me veo a mi mismo cayendo por un abismo oscuro, caigo sin remisión, sin resistirme, a veces pongo las manos intentando detenerme, pero es imposible, me aferro a lo que encuentro pero los dedos llegan a romperse y no detienen mi caída. De repente mi cuerpo detiene su caída, he llegado al fondo, pienso. Pero solo es un saliente, me intento levantar y mi cuerpo inicia de nuevo su imparable viaje al fondo. Las risas de mis demonios me llegan tan claras que parece que caigan conmigo.
Vuelvo a abrir lo ojos y descubro que no soy yo quien cae, son mis ilusiones, mis esperanzas, mis objetivos, mis alegrías y mis sueños los que caen al abismo para nunca más salir.
Grito, grito con todas mis fuerzas y sin embargo no oigo nada, se que mis labios se mueven formando palabras que ya nunca sabre cuales eran. No me puedo levantar de la cama. Estoy en el feudo de Soledad y los demás demonios que son tan míos como mis órganos.
No monto un caballo pálido, ni respondo al nombre de muerte. Pero sí, llevo el infierno conmigo. Y ahora se que de ese infierno nunca saldré, pues yo soy mi propio infierno.
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